jueves, 10 de septiembre de 2009

Quizás...

Empiezo un nuevo blog, tuve hace mucho tiempo, y navegando entre páginas encontré un relato de hace 3 años.
No tiene calidad literaria, pero es un bello recuerdo de mis tiempos pasados.
Espero que os emocionéis como yo lo he hecho al recordarlo.

Pd: Los poemas no son míos.


Alzo la vista hacia la ventana, abierta y ruidosa, sólo puedo oír el rumor incansable de pasos, palabras inteligibles y risas que se van apagando lentamente. Tampoco quiero oír nada más, necesito concentración para poder trabajar en mis deberes.
Me llamo Leticia, pero nunca digo mi nombre verdadero, lo encuentro monótono, igual a la sociedad, y me desagrada la sociedad, mismos moldes, mismas rutinas, mismos patrones… por eso siempre, cuando alguien pregunta mi nombre, le contesto Rukia.
Se que es raro, sobretodo para la gente ignorante que cree que una persona con una identificación oriental merece un desagrado por su parte.
Elegí Rukia porque para mí ese nombre siempre ha significado: paciencia, virtud, objetivo, deseo y esperanza. Todo lo que desearía tener o represento.
Con apenas 14 años me considero madura, no es una madurez responsable si no una madurez reflexiva, como una mente adulta que es capaz de reflexionar sobre temas importantes.
Persona adulta no significa para mí mayor de edad, en mi opinión una persona adulta es aquella que contiene lógica, por eso considero que hay pocas personas en la humanidad consideradas adultas.
Más allá de mis maduros pensamientos se esconde una chica alta, con desgarbadas piernas y falta de gracia al caminar. Una figura desleída y un tanto curvada. Unos ojos de terroso color, una nariz fina y unos labios carnosos. Una personalidad oculta que poco a poco descubriréis y lograréis conocer.

Lejos de mi mundo me encuentro en mi habitación. No hay un sólo recodo de esta estancia que se aleje de mi personalidad.
Vivo en España, pero no creo que eso sea de máxima importancia, la gente no debería diferenciarse por la nacionalidad, así que me resulta indiferente el lugar procedente de cualquier persona.
Estoy haciendo los deberes de lengua, <<>> siempre me esforzado en los estudios, pienso que es lo único en la vida que te puede llevar a un camino seguro, no me gustaría andar por sendas desconocidas para después caer en el abismo de un gran precipicio.
Me encantan los idiomas, y todo lo relacionado con ellos, literatura,… En mi tiempo libre me dedico a escribir pequeños poemas que reflejan a una chica desesperadamente enamorada:

Por buscar una estrella encontré tu mirada
Que en esas fotos me atraviesa el alma
Se que no me conocerás ni sabrás de mi existencia
Pero aun así sigo soñando
Con rozar tus suaves labios en la noche,
Tenerte junto a mí eternamente
Y no puedo reprimir
Una lágrima que me atraviesa el alma.

Aunque no es mi caso siempre he creído que el amor y el conocimiento es lo más bello del mundo.

Mientras realizo los ejercicios pienso en apuntarme en una academia de idiomas, ya que es lo que más deseo aprender. Había planeado dedicarme a estudiar alemán, no se porque extraña razón siempre me ha atraído ese idioma.
Así que al acabar mis obligaciones me encaminé hacia la academia más cercana.

Fui por una calle ancha, parecida a una avenida, el tumulto de gente me impulsaba hacia atrás pero conseguía esquivar a algunos individuos.
Fui siguiendo el trayecto hasta encontrar un hermoso edificio decorado al pleno estilo barroco. Era la academia de idiomas más importante de la ciudad.
Al entrar sentí un acogedor ambiente, la sala estaba dispuesta con una pequeña recepción y una fila de sillas aparentemente muy cómodas, así que como la secretaria estaba atareada comunicando horarios a una madre con su pequeña hija decidí sentarme.
Al poco rato de haber tomado asiento, un chico alto y atractivo entró en la sala pronunciando un saludo que no comprendí. Después de esa pequeña intervención se sentó en la silla más próxima a mí.
Pasaron cinco minutos silenciosos, un silencio cortante, y desagradable, hasta que, incómodo, decidió entablar una conversación.
-¿Vienes a estudiar idiomas?- me preguntó. En ese momento hizo un gesto con ademán de parecer estúpido.
- Creo que si voy a una academia de idiomas será por la razón de aprenderlos
¿No?- me reí. Parecía increíble pero ese chico había logrado conseguir lo que con anhelo añoraba. Reír.
-Lo siento son los nervios de entablar conversación con una desconocida-comentó graciosamente.
-Lo suponía, supongo que tú vendrás con mi mismo propósito ¿no? Me sonrió enseñando sus perfectos blancos dientes.
-Sí, bueno en realidad vengo para mantener mi lengua materna, el alemán, no me gustaría perderla, así que vengo para intentar no olvidarla.
-Yo también quiero apuntarme a clases para aprender alemán pero lo veo dificultoso porque apenas he entendido lo que has dicho al entrar- dije con una voz apagada.
-No te preocupes una persona con fijos objetivos siempre logra cumplirlos, además tu forma de hablar denota mucha inteligencia y sabiduría, así que seguro que en escasos meses llegas a un nivel esplendoroso en alemán.
-Me agrada que me halaguen pero creo que mi sabiduría es bastante nefasta. Por otra parte tú también te expresas fantásticamente en la lengua castellana para ser de nacionalidad alemana.
-Siempre he pensado que las personas no tienen nacionalidad, por eso casi nunca digo de donde provengo o pregunto a otros compañeros su nacionalidad. Me resulta indiferente.
Al oír estas palabras quedé estupefacta, ¡había alguien en el mundo que compartía mis mismos pensamientos! A partir de ese momento aquel chico me hizo entender que no era la única incomprendida en la sociedad, por eso empecé a sentir cierto apego hacia él.
En esos momentos acabó nuestra conversación porque mi turno era el siguiente. Me dirigí hacía la secretaria y le pregunté todos los detalles sobre las enseñanza de alemán en el centro. Ella, lenta y ordenadamente me explicó hasta los más minuciosos detalles cosa que agradecí y fijé una fecha para empezar el curso.
Después de aquello me acerqué al chico y le dije:
-La verdad es que después de disputar nuestra sabiduría no hemos sido capaces de preguntar nuestros respectivos nombres como si de ineptos nos tratásemos.
Se rió sinceramente y contestó a su vez:
-Creo que en lugar de ineptos podríamos llamarnos de nuevo sabios, porque ambos sabemos que el nombre no es lo más importante de una persona.
-Tienes razón, me llamo….-dudé un momento, ¿debería decirle mi nombre real? Creo que se había merecido al menos conocerlo.
-¿Sí?
-Leticia pero me llaman Rukia – dije entrecortadamente.
-Noté cierta indecisión al decir tu nombre, ¿quizás es porque pretendiste demostrarme tu confianza?
-Quizás
-Buena respuesta esquiva-rió irónicamente- pero por si quedan dudas mi nombre es Thomas. Agradecería que te dirigieras a mí como Tom.
-¿He notado también una cierta confianza en ti?
-Quizás-ambos nos reímos e hicimos ademán de concluir esa divertida conversación para continuar con nuestra vida cuotidiana.
Cuando volví a casa me sentía feliz y contenta, ¿Quizás me estaba enamorando?
Reí sonoramente tumbada en la cama y repetí en voz alta QUIZÁS.

Los días pasaban y cada día me sentía más feliz. Tom y yo empezamos a ser inseparables lo hacíamos todo juntos y nos complementábamos muy bien. A su lado, era un auténtico gozo aprender alemán y, cómo el comentó el día de nuestra primera conversación en pocos meses lo dominaba casi a la perfección.
Un día mientras estábamos en el parque haciendo una serie de trabajos para el día consecutivo, la carpeta resbaló de mis manos y cayó esparciéndose decenas de hojas por todo el suelo. Tom en vez de dignarse a recogerlas empezó a leer su contenido hasta que dio con uno de mis famosos poemas.


Mi alma sufriendo está
Aun recuerdo tu perfecta sonrisa
Y no puedo evitar echarme a llorar

Miro tus 1000 fotos una vez más
Aun sabiendo que no podré
Sentir el tacto de tu piel
O ver tu cara al amanecer

El brillo en mis ojos se esfumo, ahora solo pienso en que

Por buscar una estrella encontré tu mirada
Que en esas fotos me atraviesa el alma
Se que no me conocerás ni sabrás de mi existencia
Pero aun así sigo soñando
Con rozar tus suaves labios en la noche,
Tenerte junto a mí eternamente
Y no puedo reprimir
Una lágrima que me atraviesa el alma.

En mis sueños sólo existe él
En mi lista de miedos sólo esta seguir viviendo así
Con el corazón dividido entre lo imposible y mi absurdo deber
Solo puedo mirarme en el espejo y sentir
Que me invade la lástima por momentos,
Que por ti iría al infierno
O que mi vida se consume lentamente como una vela, agonizando por ti
Por buscar una estrella encontré tu mirada
Que en esas fotos me atraviesa el alma
Se que no me conocerás ni sabrás de mi existencia
Pero aun así sigo soñando
Con rozar tus suaves labios en la noche,
Tenerte junto a mí eternamente
Y no puedo reprimir
Una lágrima que me atraviesa el alma.

Un amor imposible que perdurara en la eternidad.

- Rukia, ¿lo has hecho tú?- dijo absorto
- Sí… pero que yo sepa no te he autorizado para que leas mis obras
- Es precioso…
- Vaya gracias pero no creo que sea para una reacción tan extrema
- Deberías publicar un libro con tus poemas –dijo sonriente
- Dudo que vendiera muchos ejemplares de mi libro.
- Al menos venderías uno, el mío aunque creo que como amiga deberías regalármelo.
- Pues vaya venta- dije riendo
- No, en serio tienes talento, además es muy apasionado y eso a la gente le gusta
- ¿Desde cuándo sabes lo que le interesa a la gente?, que te gusta a ti no significa que le guste a la “gente”.
- Deja de renegar y presta atención a mis consejos.
- Dudo que sean efectivos
- Prueba
- No oses retarme
- Creo que ya lo he hecho mi poética amiga.
Y diciendo esto, juntos nos dirigimos a la editorial que había en pleno centro de la ciudad. Durante el trayecto iba al lado de Tom y parecíamos pareja, esta idea me ruborizó, cosa que Tom notó casi al instante.
- ¿En que piensas para ruborizarte de esa manera?
- Nada
- Seguro
- Pensaba en… “cosas”
- ¿Qué tipo de cosas?
- Eres un auténtico pesado
-Me encanta que me halaguen
-Puedo seguir halagándote infinitamente
-Mejor finalicemos esta sarta de cortantes palabras
- Lo haré si dejas de preguntarme cosas incoherentes
- Pero si…
- Es aquí

Era un avejentado edificio de un color grisáceo debido a la constante contaminación. Entramos y la sensación de frío nos hizo aligerar los pasos para llegar a la secretaría. Allí nos atendió una mujer que estaba más por sus pintadas uñas que por nosotros. Le comentamos que deseábamos que alguien analizara los poemas para ver si podríamos recopilarlo en un libro. Nos contestó que tardaría un par de semanas en conseguir la respuesta de la recopilación así que le facilité mis datos personales y nos fuimos a la espera de una llamada.
-¿Puedo hacer una observación?- comentó Tom
- Adelante
- No creo que llamen
- Lo sé, pero por esperar…
- Sí tienes razón, por cierto, ese poema parecía una declaración de amor ¿Lo era?
- Quizás…
- Parece que tu extenso vocabulario se ha reducido a la palabra “quizás”
- Quizás – dije riendo
- Bueno al menos sabremos como se titulará tu libro de poemas
- Lo siento pero... ¿he oído bien?, ¿pretendes llamar “quizás” a mi recopilatorio de poemas?
- Efectivamente
- Definitivamente tu sabio cerebro se ha reducido a cenizas
- ¿Vas a dejar de llamarme inepto algún día?
- No me obligues a decir tu palabra favorita…
Nos miramos y nos reímos descontroladamente, éramos amigos de verdad.

Los días pasaban y la esperada llamada no se recibía. La verdad es que me había ilusionado profundamente con hacer ese libro, pero creo que era más por hacer feliz a Tom.
Cuando el último rayo de esperanza estaba a punto de apagarse el teléfono emitió ese sonido que tanto me desagradaba pero que en ese momento me resultaba espléndido. Me abalancé sobre él y pregunté:
- ¿Sí?
- ¿Llamo a casa de la señorita Leticia?
- Sí
- Quería comentarle que los poemas que usted entregó a nuestra editorial han sido aceptados, nos agradaría que se presentase esta misma tarde para llevar a cabo el proyecto y lanzar el libro al mercado en unas pocas semanas
- De acuerdo estaré allí en 15 minutos, gracias
- Le esperamos
Y dicho esto colgué y me encaminé a casa de Tom. Una vez en su puerta llamé al timbre y. como una niña pequeña al abrir la puerta me abalancé sobre él gritando:
-¡Thomas, Thomas!
- ¿Qué sucede?, ¿Por qué gritas mi nombre así?
- ¡Han llamado! ¡Han llamado!
- ¡Fantástico!- y me abrazó efusivamente, noté como me ruborizaba y el corazón palpitaba a una velocidad descontrolada.
-Bueno... hemos de ir inmediatamente a la editorial para informarnos mejor
- ¿Pues a qué tanta espera?

Rápidamente nos dirigimos hacía aquel viejo edificio que ahora parecía el limbo de mi futura carrera. Entre los coches y la frenética marcha de la gente llegamos a nuestro destino. Al entrar la secretaria se levantó y nos indicó a que nos acercáramos, parecía que habíamos subido un escalón en su nivel de respeto. A su lado había un hombre bajito de gruesos dedos y muy nervioso que hablaba con muchos ademanes de movimiento. Éste nos dijo que se encargaría de nuestro proyecto. Nos llevó a una pequeña sala de papeles donde me ordenó que rellenara unos formularios. En uno de los huecos pedía lo siguiente:
Nombre del libro:
Incluye alguna pequeña dedicatoria para alguno de tus poemas:
Sonreí. Y rellené los huecos sabiendo que podrían alterar completamente mi vida.
Cuando entregué el formulario el bajito señor (que comunicó que se llamaba Jaime) se comprometió a lanzar al mercado la obra en menos de una semana, de manera que, nuevamente salimos de la editorial a la espera de una llamada.
-Bueno el primero paso ya ha sido realizado—comenté
-Sí, ahora sólo hay que esperar que se lance al mercado y a la señorita poética le lloverán premios.
- Yo sólo espero que todo esto no haya sido en vano.
- Nada va a ser en vano
- Eso no lo sabemos
- Yo si lo sé, es más, te haré una propuesta
- Adelante
- No leeré tu libro hasta que no te hayan dado como mínimo un premio
- Sí que confías en mí ¿No?
- Sí, ¿aceptas mi propuesta?
- No tengo nada que perder al respecto
- Sí, un posible lector, y puede que sea el más importante
-Puede…- siempre me hacía reír de una manera sorprendente.
Los días seguían su curso, pero para mí todo se había parado, la necesidad de que Jaime llamara se hacía insufrible, pero una fría mañana de otoño de nuevo sonó aquel pitido que desde hacía meses me resultaba increíblemente agradable:
-¿Dígame?
- Leticia soy Jaime, tu libro ya se ha distribuido por varias tiendas y he intentado fomentarlo mediante los medios de comunicación de masas escritos, ahora sólo hay que esperar resultados.
- Muchas gracias Jaime
- De nada, por nuevas mentes líricas lo que sea
- Si ocurre algo mantenme al corriente
- Lo haré, adiós
- Adiós y gracias de nuevo.
Después de colgar desayuné rápidamente y me vestí para salir a la calle. Quería ser la primera persona que veía mi libro en el escaparate de alguna tienda.
Abrigada, fui en busca de alguna tienda de libros que tuviera un bonito escaparate y no me tuve que alejar mucho de mi hogar para divisar uno.
Era una pequeña tienda con un escaparate muy luminoso donde había colocados ordenadamente los libros más nuevos, entre ellos pude ver un pequeño libro con un título muy familiar: “Quizás” y debajo ponía: un libro escrito por Rukia. Sí, así es, había decidido poner mi nombre oriental porque al fin y al cabo a la gente que no conozco le he dicho ese nombre.

Enfrente de la tienda de libros había un pequeño quiosco que disponía de todos los periódicos semanales, entonces decidí comprar uno para ver la crítica sobre mi libro. En el periódico que compré ponía lo siguiente:
“Quizás”, un libro de Rukia:
Este libro está causando muy buenas expectativas a la próxima serie de premios de literatura que se ofrecerán en los próximos meses. Es un libro que contiene una serie de poemas escritos por la autora que transmiten un sentimiento de amor no correspondido y pasión inconcebida inmejorable. Indudablemente es un libro de poemas que no rompe con ninguna forma de composición ni de estructura, es decir, la creatividad para romper moldes y crear nuevas estructuras ha sido dejada. Pero esto no se debería tener en cuenta cuando sabemos que la autora tiene una jovencísima edad de 14 años, y su escritura es magnánima, recomiendo que lo lean, no les dejará indiferentes.

Me encontraba emocionada, no podía dar crédito a lo que veía. Sentía una sensación inexplicable como una felicidad extrema que nada ni nadie podría arrebatarme.
Velozmente me dirigí a casa de Tom, necesitaba enseñarle mi artículo seguro que estaría orgullosísimo de mi. Aunque eran las 8 de la mañana seguro que no le importaría que le despertara por una noticia así.
- ¡Hola Tom!
- Cada día he de madrugar más por tu causa, no hay derecho
- Léelo, es la crítica de mi libro
- ¡Muéstramela enseguida!-la leyó detenidamente y después me miró con unos ojos serenos que deleitaron a los míos
- ¡Lo has visto!, ¡tienes buenas expectativas para los premios!
- Eso es lo de menos
- Para mí no, porque si no tu libro quedará cerrado para mi conocimiento
- ¡He visto mi libro en un escaparate!- dije eufórica
- Creo que iré a comprarlo ahora mismo
- Pero si no me han dado ningún premio
- Aunque me sea imposible leerlo necesito tenerlo en mis manos
- ¿Pues a qué esperas?

Fuimos juntos a comprarlo a la pequeña librería y cuando Tom lo tuvo entre sus manos los ojos le centellearon de una manera que nunca había visto.
- Un momento…-dijo Tom
- ¿Qué pasa?
- ¿Has titulado el libro “Quizás”?
- Sí – dije amablemente
- Realmente estás desequilibrada…
- No, sólo sigo tus consejos
- ¿Me estás llamando desequilibrado?
- No, te estoy dando las gracias
Su sonrisa fue tan cálida que por un momento creí que nada existía sólo él y yo.

Jaime me mantenía informada en todo momento sobre la situación y tal y como dijo Tom la gente disfrutaba con tanta pasión en mis poemas que se hicieron miles de ediciones. Los premios no me dejaban descansar, un día tras otro tenía que asistir a eventos literarios y la Editorial intentaba convencerme para escribir más libros visto el irremediable éxito.

Y llegó el momento más esperado para mí, el día en que Tom leería mi libro. Se lo propuse una tarde primavera, cuando el sol dejaba de calentar para dar paso a una bella luna:
-Tom, creo que ha llegado el momento de que leas mi libro
-Me leeré el libro esta misma noche
- ¿En una sola noche?
- Si hace falta no dormiré en toda la velada
- Está empezando a oscurecer, he de volver a casa, hasta mañana
- Hasta mañana señorita poética
- Adiós velador del sueño

Los débiles rayos de sol entraban por mi ventana, ya había amanecido, y con el amanecer empezaron a aparecer las dudas sobre la opinión de Tom acerca del libro y de algo más.
Decidí ir a dar un paseo para calmar mis nervios y creí que la mejor solución para relajarme era el parque donde Tom y yo pasábamos gran parte de nuestra vida juntos. Paseando entre los bancos de aquel solitario parque divisé una forma humana que sostenía algo entre sus manos. Al acercarme me pareció familiar, hasta que caí en la cuenta de que Tom estaba allí sentado leyendo las últimas páginas de mi libro. Tenía un aspecto cansado, y me di cuenta de que había pasado toda la noche allí leyendo. Intenté acercarme sin hacer ruido pero mis patosos pies no quisieron realizar mi propósito.
En cuanto escuchó mis pasos, se giró, se levantó del banco y vino hacia mi.
Me miró y me preguntó:
- Leticia... ¿es esto cierto?
Bajo el poema que Tom descubrió aquel día en el parque ponía unas palabras:

Este poema va dedicado a una persona muy especial para mí,
Tan especial que me impulsó a publicar estos poemas que,
Sin duda, eras mis sentimientos hacía él, unos sentimientos
Que nunca cambiarán y que perdurarán siempre.

Al leer mis propias palabras, tan sinceras y emotivas sólo pude contestar una palabra para contener el llanto.

-Quizás…

Con esa simple contestación que tanto significaba para los dos, nos encaminamos hacía algún lugar donde el sol calentara nuestras almas, no me importaba donde, realmente ya nada me importaba, sólo, estar a su lado eternamente.